stardust

lunes, 29 de octubre de 2007

Adentro mío

Qué es lo que tenemos adentro?
Hay personas que están vacías o que su único estímulo interno es el día a día de la apariencia y lo simple.
No me imagino un mundo repleto de personas completamente opuestas a este título, por desgracia, el mundo está lleno de gente, simplemente eso, gente.
No personas, a las que se les revuelve algo por dentro cuando miran un poco a su alredeor y toman consciencia de la realidad.
La realidad de ésta era es, únicamente, la que pasa por delante de nuestros ojos, la que nos conscierne a nosotros mismos, y, a veces hay que aprender a cerrar los ojos y mirar.
Camus dijo que hay que tener conciencia de lo absurdo. Y en estos tiempos la realidad es completamente absurda, y la consciencia, tremendamente barata.
El ser humano se ha convertido en un ente conformista, que no tiene aprecio por lo que va más allá de su bienestar.
Busca una felicidad falsa, que no existe fuera de los límites de la mente.
Tiende a poner barreras a la realidad, cómo si ya no existiesen suficientes.
¿Cual es el límite donde un individuo pasa a tener poder sobre otro?
La conciencia del poder, materializada en las mentes.
No sé hasta qué punto un cerebro con más capacidad de pensar nos ha beneficiado, porque, precisamente, la "gente" no suele hacerlo mucho.
Hoy en día, el término persona no está al alcance de muchos, menos mal que no se puede comprar con dinero. En nuestro tiempo, los animales, que tienen menos dotes cerebrales que los humanos, son más personas que nosotros y nos dedicamos a enjaularlos, ponerlos para el disfrute de los demás y, en el peor de los casos, destruirlos.
Ellos se dedican a vivir el tiempo de vida que sus genes les permiten, sin ser muy conscientes de él, y no ha inmiscuirse en la de las demás especies, están en plena armonía con la tierra que les da el sustento para vivir y no se preguntan porqué están aquí o cuàl es el origen del mundo.
Este don innato que la Tierra nos ha dado, no es del todo beneficiario para nadie, al menos mientras el ser humano siga manipulando las leyes de la naturaleza. Ni siquiera para nosotros mismos.
Este don ha sido elaborado para el individuo, y mientras sigamos pensando como tal, como "gente", no lograremos alcanzar la felicidad plena.
Por lo menos para ese resquicio de personas que, todavía, sigue pensando que formamos parte del Mundo, y no de nuestro Mundo.


jueves, 25 de octubre de 2007

Bajarse al moro

Montañas que parecen hechas con gotas de arena mojada,
algunas de ellas coronadas con árboles que parecen tener sed,
rodeados ellos mismos de un paisaje verde y ocre,
como si durante un intervalo de tiempo,
la vida se hubiera ido,
el tiempo se hubiera parado,
para, en el instante siguiente,
emerger como una fuente lívida en el nacimiento de un río.
Todo parece estar pintado desde lo alto,
sin distinguir los pequeños detalles,
sin atribuirle nada a nadie,
como un hueco de sol
elaborado por un hueco de nubes.
Todo inmenso, rebosando pobreza y alegría,
así es Marruecos a la luz del día.

lunes, 22 de octubre de 2007

Cuentos turcos

El Sultán ha enfermado, la enorme esmeralda de su anillo así lo refleja, ha cambiado de color.
Todos sus plebeyos corren palacio arriba, palacio abajo sin demorarse en llevarle todos los enseres necesarios para su bienestar.
Sus más gentiles lacayos no han tardado en enviar a sus no menos nobles palomas mensajeras hacia los lejanos lugares de Oriente, solicitando la ayuda de los viejos curanderos del Reino de Constantinopla.
Éstos, movidos por una admiración desmedida y una amistad tan grande como el propio Reino hacia el antecesor guerrero de este joven Sultán, no tardaron en cabalgar a lomos de sus camellos como si la vida se les fuera en ello.
Parten en su viaje apresurado llevando consigo los últimos avances en plantas medicinales y aceites curativos, casi no conocidos todavía por el resto de estudiosos de la materia, y mucho menos por el vulgo de la medina.
Mientras tanto en palacio andan todos preocupados ya que anuncia una antigua profecía que cuando ese anillo de tradición milenaria vira a azul oscuro casi negro, el mal padecido por el portador raramente tendrá cura.
Al llegar a palacio tras su largo viaje, los tradicionales doctores fueron atendidos amablemente por la corte del Sultán, pero no había tiempo para víveres ni doncellas, para el Sultán dicho tiempo era oro y no lo podían perder.
Hallábase el excelso tumbado en la redonda cama de su alcoba, la cuál le proporcionaba gustoso descansar por su dulce material de cielo, pues las más algodonosas nubes mandó capturar su viejo amigo el Mago de Esmirna para el preciado regalo.
De poco le servían ahora las mejores nubes del cielo al Sultán, así como las mejores plantas y remedios que ahora, el mismo ser que antaño le regalaba un pedazo de cielo,ahora luchaba con sus conocimientos para devolverle la salud.
Transcurrido un tiempo, en el que los ilustrados se encerraron con el enfermo en el recinto, sin molestias ni pesares, sólo unos manjares de vez en cuando,salieron éstos al cabo de los tres días.
Sus rostros no mostraban toda la alegría rebosante de cuando un corazón tiene la certeza de algo no perecedero, más bien de la incertidumbre de lo que hace perecer el tiempo.
Cuando vasallos y plebeyos vieron sus caras se temieron lo peor, no podían creer cómo la enfermedad, o lo que quiera que fuese, se había apoderado de su señor sin causa aparente.
Todo el pueblo estaba alarmado, y la noticia llegó a los suburbios, bazares y demás lugares de gentío.
Fué entonces cuando una joven de origen humilde, pues toda su vida había vivido junto al trasiego de mercancías del caravasar,de nombre Uskudar, se enteró de la fatal noticia.
La joven, de una belleza sublime, era además hechicera, conocimiento venido de sus fieros antepasados, entre ellas su madre, la cuál sirvió con sus conocimientos, y con algo más, al padre del actual servidor del pueblo.
Intrépidamente, solicitó una visita a la alcoba del dolorido asegurando que, como su difunta madre, sólo ella conocía los remedios de la dolencia que atormentaba al joven, y que años atrás, atormentó de la misma forma a su progenitor.
Ante una situación tan desesperada, cualquier esperanza era válida, pero si la sagaz muchacha no cumplía lo prometido, pagaría con su vida siendo arrojada a las serpientes del propio palacio del Sultán.
Una cálida noche de verano, donde reinaba una suave brisa con aroma a especias y miel, la joven entró en el aposento del Sultán. Éste cansado y exhausto por la enfermedad, casi ni se inmutó, actitud que se repetía con las anteriores visitas.
Uskudar abrió el gran ventanal de la habitación, desde donde se divisaba la gran Mezquita Azul y un poco más al occidente el harem.
Se sentó en el ventanal a peinar sus rojos cabellos rizados y acto seguido sacó de su traje una pequeña cajita de hueso de camello con la que se acercó al sultán, dejando que la luz de Luna por la ventana, tiñiera de plata los rostros.
Conjurando, sopló el contenido de la cajita sobre el corazón del joven, que inmediatamente inspiró, como si la vida se le hubiese devuelto.
El arcaico polvo de estrellas desheló el corazón del muchacho, venciendo, un siglo más, la divina profecía, que sería sufrida por todo aquel de corazón inexperto que antes que el amor conociera el poder, dejándole éste, poco a poco, el corazón congelado.
El anillo, que reflejaba su interior y al que estaba encadenado, de generación en generación, a rojo sangre viró, del color del cabello del ser que la vida le devolvió.
Y es que la hechicera, al igual que su madre, y también de generación en generación, tenía razón, lo que el Sultán necesitaba era amor.
La antigua profecía dejó de existir al tiempo que los sultanes, pero todavía hoy, se conserva en un recoveco de la Suleimaniye, la cajita de polvo de estrellas que, siglo tras siglo, derretía el hielo de los corazones de los sultanes más prosperos de Oriente.


viernes, 19 de octubre de 2007

ÁFRICA

Cada paso más al sur.
Ya se perciben los cambios en el clima.
Los vientos del desierto traen nubes que ocultan el Sol.
En el terreno, no hay hectáreas sin ladrillos,
ni prados no coloridos.
Todo llano o todo onduleante,
siempre verde, como una primavera constante,
con una luz nueva, viva, de rayos cambiantes.
Mi espíritu respira calma,
inmerso en un lugar de atmósfera sosegante.
Por ello mi ser dibuja sur y no norte,
por si alguna vez mi espíritu se pone triste,
mi corazón no lo note.


martes, 16 de octubre de 2007

El día de tu partida

Haré un conjuro a las estrellas
para que el día que te alejes
pueda cerrar los ojos y consolarme con ellas.
Adoraré a los dioses en un rito de frenesí
para que no permitan que cuando te vayas el Universo caiga sobre mí.
Mediaré con los espíritus de mi alma,
para que cuando no te encuentre me invadan de dulce calma.
Invocaré a poderosos magos
para que el día que no estés a mi lado
sustituyan tu magia, si eso sirve de algo.
Entregaré mi energía a Satanás
a cambio de un sólo instante del día
en el que tus ojos me dijeran que no me olvidarás jamás.
Pero, al final de mi huída,
sólo pactaré con mi corazón, vacío de vida,
que en el momento en que te marches
prefiera cerrar los ojos antes de ver tu partida.








Atardecer en Cádiz

Mar de calma que sosiega mi espíritu,

mi cuerpo se funde en la arena y resplandece con sus cristales,

como si ahora formara parte de ella.

Las olas llevan el son de mi corazón

y el viento trae el recuerdo y el sonido de tu voz.

Sin embargo mi mente pertenece a la Luna, visible ya, creciente,

como se siente mi ser,

blanca, todavía sin su luz, pero hermosa,

acompañando en el cielo al Sol, que aún no se ha ocultado

y todavía brilla con rayos superfluos y destelleantes,

aunque ahora ya efímeros,

que no permiten mirarlo fijamente.

Al caer la tarde, mis ojos podrán mirar al Sol sin miedo,

convertido ya en una enorme moneda de cobre y fuego

que se muestra imperial en el cielo.

La Luna le seguirá acompañando, hasta que,

la gran estrella, dictando ya su última sentencia

quede sin sus rayos de luz, mostrando un aura roja a su alrededor

que logra teñir las nubes como pinceladas rojas, violetas y naranjas.

Entonces el astro dormirá, cediendo toda su luz a la Luna

que emergerá esplendorosa,

preparada ya para reinar en la fría noche de los mares.

Así, mi mente reina sobre mi corazón

cuando al decidir algo con plena seguridad,

una sensación abismal recorre mi cuerpo,

y mi corazón, impotente,

se convierte en una enorme moneda de fuego

sentenciada a ser dominada, en cada noche,

por la mente lunática a la que cede su luz.